Rolston,
de la United Fruit Company escribió a su abogado en 1920: Es
indispensable cultivar la imaginación de estos pueblos avasallados,
atraerlos a la idea de nuestro engrandecimiento y de una manera
general, a políticos y mandones que debemos utilizar. La observación
y estudio cuidadoso, nos permite asegurar que este pueblo envilecido
por el alcohol es asimilable para lo que se necesita; es nuestro
interés procurarnos porque se dobleguen a nuestro exclusivo
beneficio; generalmente, éstos como aquellos, no tienen
convicciones, carácter y menos patriotismo; y sólo ansían
cargos y dignidades, que una vez en ellos, nosotros se los haríamos
más apetitosos. Estos hombres no deben actuar por su propia
iniciativa, deben actuar en el sentido de los factores determinantes,
y a nuestro control inmediato.
Estudie
en una escuela pública en una de las colonias más populosas de
Tegucigalpa, ahí las niñas recibimos clases de “Taller de Hogar”
claro era deber de la escuela asegurar que seriamos buenas esposas y
madres, después del recreo nos hacían cantar el himno escolar antes
de regresar a clases, la frase que más recuerdo dice: “Gloria
al hombre que tubo por lema la democracia practicar, nuestra escuela
lleva su nombre John F. Kennedy siempre triunfara”. Pues
tanto Rolston como el escritor del himno a quienes reconocemos como
dignos representantes del imperialismo saqueador, se equivocaron.
Porque
digo que se equivocaron, porque les falló la observación y el
estudio cuidadoso sobre nuestro pueblo y del que tanto se ufanan, el
cabestrillo de codicia y colonialidad que llevan en sus cuellos
blancos nunca les ha permitido ver más que sus propios reflejos,
piensan que somos como ellos, ven con los ojos de los espejos
hechizados que les dieron nuestros ancestros. Hace tiempo que se
quedaron sin ideas para convencernos o manipularnos, por eso recurren
a la represión y a la violencia como método y ni aun así pueden
pararnos.
A
Rolston y a las compañías bananeras el pueblo hondureño le
respondió con una Huelga que paralizo al país, una huelga de más
de sesenta mil trabajadores y trabajadoras, ahí estaba nuestra
compañera Dolores Caballero líder del partido comunista y una de
las organizadoras de los comité de huelga en las fábricas textiles,
para los garífunas la lucha no era solo contra la explotación
laboral, fue una resistencia contra todo el régimen de
discriminación racista instalado en el enclave bananero, ahí
estuvieron Loyd Santine y Gayle Green fundadores del sindicato de la
Estándar Fruit Company, los estudiantes también estuvieron
presentes, ahí estaban nuestras compañeras de la asociación
universitaria de mujeres, esa era su lucha, la lucha contra la
explotación y por la dignidad de un pueblo.
Ante
cada intento de dominación nuestras respuestas has sido la
movilización, esta última no solo como el acto concreto de salir a
las calles, sino de encontrarnos, de confiar, de compartir una
burrita, de caminar juntas hasta llegar, de vencer el miedo, de
alistar el pañuelo y el vinagre, de crear resistencias barriales, de
desafiar los toques de queda, de pegar afiches, de hacer engrudo,
pintar mantas, y escribir poesía, fue el tiempo del cacerolazo, de
abrir las puertas, de despreocuparse por la propiedad privada, el
trabajo y el qué dirán si te cortan la electricidad y el agua todos
los meses. El golpe de estado para Honduras fue tiempo de hacer
comunidad y sitios de reunión y conspiración nuestras casas, fue el
tiempo de resignificar en las calles el feminismo, los cuerpos y la
palabra de las mujeres, porque lo personal es político salimos a las
calles a gritar “Ni golpes de estado, ni golpe a las mujeres”,
fue el tiempo de los colores y la batucada feminista, del teatro
popular y del beso diverso, de la patada en el trasero al honorable
diputado del congreso nacional.
Fue
el tiempo de decir tu nombre “Isis Obed Murillo”, fue el tiempo
de los zapatos perdidos, de oír los pasos marcados de las botas
militares en los callejones, tiempo de correr por las montañas, de
cruzar la frontera, de salir y no saber si ibas a regresar, tiempo de
las madres buscando a sus hijas, fue el tiempo del madrugón y el
mundial, tiempo de persecución, tortura y muerte, tiempo de cadena
nacional, como odiamos la frase “este es el tercer y último
llamado” que antecede a la voz del dictador.
Hoy
después de ocho años del golpe de estado ya no se ven tanques de
guerra en las calles, pero los militares y fusiles no se han ido,
tampoco los dictadores, ellos piensan que llegaron para quedarse, hoy
la vida de los jóvenes es depositada en sacos, y la de las mujeres
abandonada a la orilla de las calles y matorrales, hoy escuadrones de
la muerte rondan nuestras calles y universidades, comunicadoras y
comunicadores sociales han sido asesinados, las masacres son noticias
cotidianas, a la comunidad LGTBI le han cobrado con la muerte su
resistencia al golpe de estado, a las feministas nos han atacado con
todo el engranaje institucional y jurídico negándonos el uso de
métodos anticonceptivos de emergencia, penalizando el aborto,
reduciendo las penas a los delitos sexuales, como un castigo misógino
ejercido directamente sobre los cuerpos de las mujeres.
La
expansión del poder transnacional se evidencia con la expansión de
la presencia militar en los territorios indígenas, garífunas y
campesinos, vemos transcurrir los desalojos, casas que son destruidas
y quemadas en las comunidades, nuestros compañeros y compañeras son
heridas, perseguidas, criminalizadas, presas y asesinadas, como
también lo fue nuestra compañera Berta Cáceres Coordinadora de
COPINH, y una lideresa y referente de la lucha anticapitalista,
antirracista y antipatriarcal para todo el movimiento social de
Honduras y del mundo.
Berta
conocía muy bien las luchas del pueblo hondureño, ella las vivió
todas. Estas son sus palabras “La resistencia del pueblo hondureño
es diversa y es mucha: está en las luchas territoriales, está a la
orilla de las playas y en los tambores garífunas, está en la
resistencia milenaria del Pueblo Lenca, en los hermanos y hermanas
del sur en Zacate Grande, está en el campesinado que sigue haciendo
recuperaciones de tierra, en los Mayas Chortí, en los barrios de
Tegucigalpa que se resisten a convertirse en ciudades modelo, en la
comunidad del Tránsito en el sur, en las universidades, en las
mujeres, en la diversidad sexual, en la lucha feminista, incluso en
los movimientos ecuménicos que también se han sumado a la lucha por
la defensa de los bienes comunes y de la naturaleza”. Y eso somos
después de ocho años del golpe de estado, somos Honduras la
resistencia que no se esperaban y con la que no han podido.
Liana
Funes, feminista
26/06/2017